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sábado, 24 de octubre de 2009

EL VERBO SE HIZO CARNE

EL VERBO SE HIZO CARNE

http://www.mercaba.org/FICHAS/JESUS/verbo_se_hizo_carne.htm

En la fiesta de Navidad, la Iglesia anuncia al mundo cada año
con las palabras del evangelista Juan -"el Verbo se hizo carne y
habitó entre nosotros"- que en la persona de Jesús de Nazaret,
nacido en Belén en tiempos del rey Herodes, el hijo de Dios se hizo
hombre, es decir, que se convirtió en uno de nosotros, entrando en
nuestra historia y compartiendo en su totalidad el sombrío drama
de la condición del hombre. Con ese anuncio, la Iglesia da un
testimonio y hace una propuesta de fe, invitando a todos los
hombres a creer en Cristo.
Podemos preguntarnos ahora: ¿esa propuesta de fe tiene
sentido para el hombre de hoy? En otras palabras, ¿qué le dice, o
mejor, qué puede decirle al hombre de hoy el Cristo -no un Cristo
cualquiera, sino el Cristo, Hijo de Dios hecho hombre- que la Iglesia
testimonia y propone? Ciertamente, la figura de Cristo dice mucho
a los hombres de nuestro tiempo, incluso a los no creyentes.
Veinte siglos después de su muerte, su figura sigue irradiando una
fascinación extraordinaria, porque su vida, con sus palabras y su
ejemplo, ha mostrado que es posible la utopía humana: el sueño
del hombre, la aspiración que late en lo más recóndito de su ser al
amor, a la fraternidad, a la sinceridad, a unas relaciones humanas
no basadas en la prepotencia, en el engaño y el odio. Jesús le ha
descubierto al hombre una nueva dimensión humana y una nueva
posibilidad de ser, señalándole con su ejemplo el modo de
realizarla. Sin duda, la tragedia de su muerte ha puesto de
manifiesto lo difícil que resulta realizar su utopía; sin embargo, no
ha sido inútil, ya que no sólo ha mostrado la seriedad de su
empeño, sino que también hoy infunde valor a quienes combaten
por la misma utopía por la que El murió. Así, para muchos hombres
y mujeres de nuestro tiempo -que se encuentran sin duda entre los
mejores por la elevación de sus ideales, por la pureza de sus
intenciones, por su generosidad y su ánimo-, Cristo es "punto
firme" en el camino hacia un mundo más fraterno y más justo; es
una fuente de inspiración y un modelo de fuerza y de valor para
todo el que -creyente o no- desea luchar por el reino del hombre o
por la causa de la libertad, de la justicia, de la fraternidad y de la
paz.
Es, pues, la figura histórica y humana de Cristo, es su destino
humano lo que le habla al hombre de hoy.
Pero la Iglesia no presenta a Jesús como un simple hombre sino
como el Hijo de Dios hecho hombre, no habla sólo de la persona
histórica de Jesús, de su vida y de su muerte ubicadas en un
determinado lapso de tiempo, sino que habla de Cristo como del
Señor vivo, afirmando que Jesús de Nazaret ha resucitado de la
muerte y está vivo "a la derecha del Padre" como Señor de la
historia, y presente en medio de la Iglesia, congregada en su
nombre; más aún, en el corazón mismo de la humanidad, como
salvador de todos los hombres.
Surge entonces la pregunta: si Jesús habla a los hombres de
hoy en su humanidad, ¿les habla también en su divinidad, o, mejor,
en su divinidad-humanidad, en su ser de Dios-hombre, de Hijo de
Dios encarnado, según lo confiesa la Iglesia? Hay que señalar
objetivamente que para muchos hombres de hoy, la divinidad de
Cristo, además de antojárseles imposible -¿cómo podría hacerse
Dios hombre?, se dicen-, se presenta carente de significado.
Más todavía les parece que la divinización de Cristo por parte de
la Iglesia ha desfigurado su profunda humanidad, absorbiendo y
diluyendo al hombre concreto que fue Jesús de Nazaret en una
figura mítica y difuminada, y eliminando el carácter trágico de su
destino de hombre que sale valientemente al encuentro de lo que
sabe que es el final sin remedio. El Cristo Dios les parece la
caricatura del hombre Jesús.
Sin embargo, a pesar de la negación de la divinidad de Cristo
por parte de muchos no creyentes, la Iglesia reafirma hoy la validez
de las fórmulas cristológicas de los Concilios de Nicea,
Constantinopla y del Laterano IV, y confiesa ante el mundo que
"Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre".
¿Por qué esta reafirmación tan enérgica de la divinidad de Cristo
por parte de la Iglesia? No se trata, ciertamente, para la Iglesia de
repetir mecánicamente viejas formulas por incapacidad de
reconsiderar críticamente fórmulas de fe pertenecientes a un
pasado ya muerto; tampoco se trata de adhesión a una venerada
tradición. Lo que mueve a la Iglesia a reiterar con suma energía la
divinidad de Jesucristo es la vivísima conciencia de que sólo así es
fiel a su misión de conservar intacto y de transmitir sin
adulteraciones "el depósito de la fe" que Jesús y los apóstoles le
han confiado.
Si para transmitir ese depósito se sirve de las fórmulas de los
antiguos concilios, lo hace convencida de que ellos, iluminados por
el Espíritu Santo, que tiene en la Iglesia la misión de conducirla a la
plenitud de la verdad, han interpretado y expresado fielmente,
explicitándola cuando era necesario, la enseñanza de Jesús y de
los Apóstoles. Por eso, tales fórmulas son para ella verdades
"dogmáticas", que sin duda pueden ser completadas y
desarrolladas con nuevas aportaciones de la ciencia exegética y
de otras ciencias humanas, de modo que expresen el misterio de
Cristo en toda su riqueza y en términos comprensibles para la
mentalidad del hombre de hoy, pero no pueden ser negadas como
impropias ni dejadas a un lado como totalmente inadecuadas e
incluso descaminadas.
Al proclamar el dogma de la Encarnación del Hijo eterno y
preexistente de Dios en la persona histórica de Jesús de Nazaret,
la Iglesia es consciente de que anuncia una paradoja
desconcertante para la razón humana. Por eso, habla de un
"misterio" que sólo se puede aceptar por fe, es decir, por un don,
por una gracia de Dios que mueve al hombre a adherirse con la
inteligencia y con el corazón a una verdad que no contradice, sino
que trasciende la razón humana y que está fundada no en pruebas
racionales que fuerzan a asentir, sino en la autoridad de Dios
revelador. Se da cuenta, por tanto, de que personas no iluminadas
por la fe, debido a sus prejuicios de orden filosófico o científico que
les impiden percibir la seriedad de los motivos que hacen creíble el
misterio cristiano, pueden no adherirse de buena fe al dogma de la
divinidad de Cristo o incluso rechazarlo positivamente. Sabe,
ciertamente, que no todos los que no se adhieren a Cristo o
rechazan la divinidad lo hacen de buena fe. No obstante, dejando a
Dios el juicio sobre la sinceridad de los hombres, la Iglesia estima
deber suyo proclamar a todos su fe en la divinidad de Cristo, en la
convicción de que el dogma de la Encarnación es significativo para
los creyentes, pero también para los no creyentes, al menos para
los que buscan algo que pueda dar un sentido más verdadero y
más profundo a su vida.
¿Cuál es, en realidad, el significado de la Encarnación? Antes de
nada, es el signo de la originalidad del cristianismo.
Ninguna otra religión en efecto, profesa la Encarnación de Dios
en una naturaleza humana histórica. Con la Encarnación, Dios
entra en la historia humana como hombre en medio de los
hombres, compartiendo con ellos la condición humana en toda su
realidad de debilidad, de sufrimiento y de mal, a excepción del mal
moral, del pecado.
Aquí estriba la originalidad del cristianismo, pero también su
escándalo y su locura para la razón humana. Parece, en efecto,
que si la razón humana puede admitir, aunque no sin dificultad,
que Dios hable a algunos hombres o realice por medio de ellos
cosas maravillosas, en cambio no puede admitir la historicidad de
Dios, que supone no sólo una manifestación de Dios en la historia,
sino existir en la historia.
Sin embargo, justamente su existir en la historia en la persona de
Jesús es lo que hace al cristianismo significativo para el hombre y
digno de su interés, como capaz de responder a sus más
profundas aspiraciones.

Agustín GARCIA GASCO
Arzobispo de Valencia

domingo, 11 de octubre de 2009

Paradoja del mentiroso

Paradoja del mentiroso

De Wikipedia, la enciclopedia libre

http://es.wikipedia.org/wiki/Paradoja_del_mentiroso


La paradoja del mentiroso es en realidad un conjunto de paradojas relacionadas.[1] El ejemplo más simple de la misma surge al considerar la oración: «Esta oración es falsa». Dado el principio del tercero excluido, dicha oración debe ser verdadera o falsa. Si suponemos que es verdadera, entonces todo lo que la oración afirma es el caso. Pero la oración afirma que ella misma es falsa, y eso contradice nuestra suposición original de que es verdadera. Supongamos, pues, que la oración es falsa. Luego, lo que afirma debe ser falso. Pero esto significa que es falso que ella misma sea falsa, lo cual vuelve a contradecir nuestra suposición anterior. De este modo, no es posible asignar un valor de verdad a la oración sin contradecirse.[1]

A través de los siglos, el interés por resolver esta paradoja y sus variantes ha impulsado una enorme cantidad de trabajo en semántica, lógica y filosofía en general.[2]

Contenido

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Comentario [editar]

Esta paradoja muestra que es posible construir oraciones perfectamente correctas según las reglas gramaticales y semánticas pero que pueden no tener un valor de verdad según la lógica tradicional.

Consideremos una de las formas más simples de esta paradoja: “Esta oración es falsa”:

  • Si suponemos que esa afirmación es verdadera, entonces lo que dice es verdadero. Ya que la oración afirma que es falsa, entonces debe ser falsa. Por tanto, si suponemos que es verdadera, alcanzamos una contradicción.
  • Si suponemos que la oración es falsa, entonces lo que afirma debe ser falso. Ya que afirma que la oración es falsa, entonces la oración debe ser verdadera. De nuevo, si suponemos que es falsa, alcanzamos una contradicción.

La primera versión conocida [editar]

La versión más antigua de la paradoja del mentiroso se atribuye al filósofo griego Eubulides de Mileto, que vivió en el siglo IV a. C. Supuestamente Eubulides dijo:

Un hombre afirma que está mintiendo. ¿Lo que dice es verdadero o falso?

Una versión doble [editar]

Es posible construir esta paradoja de modo que una afirmación no se refiera directamente a su propio valor de verdad. Existen de este modo varias versiones equivalentes:

  • La más simple: “La oración posterior es cierta” y “La oración anterior es falsa”.
  • Una tarjeta, en una de cuyas caras aparece: “Lo que está escrito en la otra cara es cierto” y en la otra: “Lo que está escrito en la otra cara es falso”.
  • Un libro, que en la página 23 tiene escrito “Lo que está escrito en la página 24 es cierto” y en la página 24: “Lo que está escrito en la página 23 es falso”.

En realidad se trata de una cuestión de autorreferencia. Ejemplo clásico es el del libro en cuya nota final afirma "todo lo escrito en este libro es falso". Lo cual deja abierta la posibilidad de que aquella última afirmación también lo sea, y en ese caso el resto sería verdadero o, por el contrario, si aquella afirmación fuera verdadera el resto del libro sería falso. Pero como la última afirmación se encuentra dentro del mismo libro la interpretación sobre el alcance de la misma deja a la veracidad del libro librada hacia el infinito. Así, sólo es posible salir del circuito de la autorreferencia tomando como punto de partida un punto de vista apartado del objeto que se valore.

  • Paradoja de Epiménides: una paradoja que aparenta ser una versión de la paradoja del mentiroso, pero que realmente no lo es.

Notas y referencias [editar]

  1. a b «Liar paradox» (en inglés). The Oxford Dictionary of Philosophy. (2008 Edition) Ed. Simon Blackburn. Oxford University Press.
  2. Nepomuceno Fernández, Ángel; Quesada Moreno, José Francisco; Salguero Lamillar, Francisco José; Salguero, Francisco J. (2001). Información: Tratamiento y representación. Universidad de Sevilla, pp. 98-102. ISBN 9788447206926.

lunes, 5 de octubre de 2009

El amor supera las barreras entre tribus

El amor supera las barreras entre tribus, asegura el Papa
Invoca un nuevo Pentecostés para África

CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 5 octubre 2009 (ZENIT.org).- Asegurando que el amor supera las barreras entre etnias y tribus, Benedicto XVI inauguró este lunes la primera congregación del segundo Sínodo de los Obispos de África e invocó un nuevo Pentecostés para ese continente.

La meditación sin papeles resonó en el aula del Sínodo in Vaticano, después de que los padres sinodales entonaran el "Veni, Creator Spiritus", el himno dirigido a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.


Las sesiones sinodales comienzan habitualmente con una reflexión de uno de sus participantes; en este primer día fue el mismo Papa quien presentó su meditación.

"Acabamos de comenzar nuestro encuentro sinodal invocando al Espíritu Santo y sabiendo que no podemos hacer en este momento todo lo que hay que hacer por la Iglesia y el mundo: sólo en la fuerza del Espíritu Santo podemos encontrar lo que es recto para después aplicarlo", dijo.

Hablando de la acción del Espíritu Santo, explicó que sólo gracias a su fuerza, la Iglesia continúa en su propia obra e, invocándolo, ruega para que Pentecostés no sea sólo un evento del pasado, sino que se recree aquí y ahora.

La Iglesia, añadió, no es una organización, sino el fruto del Espíritu Santo hacia la Ciudad de Dios, que recoge todas las culturas.

El Amor, que viene del Espíritu Santo, subrayó, nos llama a una responsabilidad activa hacia el prójimo, que se convierte luego en universalidad, para ser los servidores de esta hora del mundo.

La meditación concluyó con una reflexión sobre el tema del Sínodo, la reconciliación en África por la caridad.

"Tenemos que abrir realmente los confines entre tribus, etnias, religiones, a la universalidad del amor de Dios", exhortó.

"Y esto no es teoría, sino que debemos hacerlo en nuestros lugares de vida", insistió.

"Pidamos al Señor que nos dé el Espíritu Santo, que suscite un nuevo Pentecostés, nos ayude a ser sus servidores en esta hora del mundo", concluyó.

Por Jesús Colina

domingo, 4 de octubre de 2009

Cuando la Iglesia alemana excomulgó al nacionalsocialismo

ZS091001
jueves, 1 de octubre de 2009, 03:37 pm
De:

Cuando la Iglesia alemana excomulgó al nacionalsocialismo
Importante descubrimiento de la “Pave the Way Foundation”

NUEVA YORK, jueves 1 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Nada de “Papa de Hitler”. Nada de colaboradores voluntariosos del nazismo. Algunos documentos encontrados en Alemania por la Pave the Way Foundation (PTWF) prueban que ya desde septiembre de 1930, los obispos católicos habían excomulgado al Partido Nazi de Hitler.

De los documentos hallados por Michael Hesemann. Colaborador de la PTWF, en septiembre de 1930, tres años antes de que Adolf Hitler subiera al poder, la archidiócesis de Maguncia condenó de forma pública al Partido Nazi.

Según las normas publicadas por el Ordinario de Maguncia, estaba “prohibido a cualquier católico inscribirse en las filas del partido nacionalsocialista de Hitler”.

“A los miembros del partido hitleriano no se les permitía tomar parte en grupo en funerales u tras celebraciones católicas similares”.

“Mientras un católico estuviera inscrito en el partido hitleriano no podía ser admitido a los sacramentos”.

La denuncia de la archidiócesis de Maguncia fue publicada en primera página por “L’Osservatore Romano” en un artículo publicado el 11 de octubre de 1930.

El título del artículo es: “El partido de Hitler condenado por la autoridad eclesiástica”.

En él se declaraba la incompatibilidad de la fe católica con el nacionalsocialismo. Ninguna persona que se declarara católica podía convertirse en miembro del partido nazi, bajo pena de la exclusión de los sacramentos.

En febrero de 1931 fue la diócesis de Münich la que confirmó la incompatibilidad de la fe católica con el partido nazi.

En marzo de 1931 también la diócesis de Colonia, Parderborn y las de las provincias de Renania denunciaron la ideología nazi, prohibiendo de modo público cualquier contacto con los nazis.

Indignados y furiosos por la excomunión emitida por la Iglesia católica, los nazis enviaron a Hermann Göring a Roma con la petición de audiencia al Secretario de Estado Eugenio Pacelli. El 30 de abril de 1931, el cardenal Pacelli rechazó encontrarse con Göring, que fue recibido por el subsecretario, monseñor Giuseppe Pizzardo, con el encargo de tomar nota de todo lo que los nazis pedían.

En agosto de 1932, la Iglesia católica excomulgó a todos los dirigentes del Partido nazi. Entre los principios anticristianos denunciados como herejes, la Iglesia católica alemana mencionaba explícitamente las teorías raciales y el racismo.

Siempre en agosto de 1932, la Conferencia Episcopal alemana publicó un documento detallado en el que se daba instrucciones de cómo relacionarse con el Partido Nazi.

En el documento, publicado por la Conferencia Episcopal Alemana, está escrito que estaba absolutamente prohibido a los católicos ser miembros del Partido Nacionalsocialista. Quien desobedeciera sería inmediatamente excomulgado.

En el documento de la Conferencia Episcopal encontrado por la PTWF está escrito que “todos los Ordinarios han declarado ilícito pertenecer al Partido Nazi”, porque “las manifestaciones de numerosos jefes y publicistas del partido tienen un carácter hostil a la fe” y “son contrarias a las doctrinas fundamentales y a las indicaciones de la Iglesia católica”.

En enero de 1933 Adolf Hitler llegó al poder y las asociaciones católicas alemanas difundieron un folleto titulado “Un llamamiento serio en un momento grave”, en el que consideraban la victoria del Partido Nacionalsocialista “un desastre” para el pueblo y para la nación.

El 10 de marzo de 1933, la Conferencia Episcopal alemana reunida en Fulda escribió un llamamiento al Presidente de Alemania, el general Paul L. von Beneckendorff und von Hindenburg para expresar “nuestras preocupaciones más graves que son compartidas por amplios sectores de la población”.

Los obispos alemanes se dirigieron a von Hindenburg manifestando su temor de que los nazis no respetasen “el Santuario de la Iglesia y la posición de la Iglesia en la vida pública”.

Por esto pidieron al Presidente una “urgente protección de la Iglesia y de la vida eclesiástica”.

Los obispos católicos habían previsto esto, pero no fueron escuchados.

Los documentos encontrados por la PTWF son de notable importancia porque ponen fin a las repetidas calumnias que quisieran manchar a la Iglesia católica como diligente colaboradora del naturismo, cuando en realidad fue la primera en denunciar su peligrosidad.

[Por Antonio Gaspari, traducción del italiano por Inma Álvarez]

jueves, 1 de octubre de 2009

DIOS LE AMA

1. ¡Dios le ama!

La Biblia dice, “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.”

El problema es que…
2. Todos nosotros hemos hecho, dicho o pensado cosas malas. Eso se llama pecado y nuestros pecados nos han separado de Dios.

La Biblia dice “Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” Dios es perfecto y santo, y nuestros pecados nos han separado de Dios para siempre. La Biblia dice “la paga del pecado es muerte”

Las buenas nuevas es que hace 2000 años,
3. Dios mando a su hijo Jesucristo a morir por nuestros pecados.

Jesús es el Hijo de Dios. Vivió una vida sin pecados y murió en la cruz para pagar por nuestros pecados. “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”

Jesús resucito de entre los muertos y ahora esta en el cielo con Dios Padre. Jesús nos ofrece el regalo de la vida eterna – de vivir por eternidad con El en el cielo si lo aceptamos como Señor y Salvador.

Jesús dijo “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mi.”

Dios se nos acerca con amor y quiere que seamos sus hijos. “Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.”Usted puede pedirle a Jesús que le perdone sus pecados y que entre en su vida como Señor y Salvador.
4. Si quiere aceptar a Cristo solo le tiene que pedir que sea su Salvador y Señor orando una oración como esta:

"Señor Jesús, creo que eres el Hijo de Dios. Gracias por morir en la cruz por mis pecados. Por favor perdóname mis pecados y dame el regalo de la vida eternal. Te pido que entres en mi vida y mi corazón y que seas Señor y Salvador. Quiero servirte siempre."

Nadie puede comprar mi voto, que es mi conciencia

La persecución con la espada de la computadora

Carta pastoral de monseñor Joaquín Piña, obispo emérito de Puerto Iguazú, para el 28º domingo durante el año
(
15 de octubre de 2006)

Hermanos y amigos:

Ser cristiano es seguir a Jesús, así de simple. Como un discípulo que le sigue a su maestro.

Fácil de decirlo. ¡Lo hemos repetido tantas veces! “El que quiera ser mi discípulo, (...) cargue con su cruz, cada día, y sígame” (Lc. 9,23) Otra cosa será a la hora de cumplirlo. Si es que no lo tomamos en serio. Porque esto de “cargar la cruz” significa muchas cosas. No es sólo que nos lleven presos, y nos torturen físicamente, y aún nos maten, como a Jesús, y como ha sido el caso de tantos mártires, a lo largo de la historia.

Existen también otras formas de martirio, o de persecución. Algunas menos llamativas. Esto del “cada día”, que dice el Evangelio, parece sugerirlo. Son mártires sin corona ni una palma en la mano. Mártires anónimos. Nadie supo lo que pasó con ellos. Posiblemente en su interior. Hay gente que ha sufrido mucho, y sin embargo nunca se quejó. Estos son los héroes que a mí me gustan. Los quejumbrosos, se pierden la mitad de su mérito.

Hoy en día existen formas más sofisticadas de persecución. Los perseguidores ya se han dado cuenta de que no les conviene hacer mártires a lo Angelelli. Les sale caro. Porque la verdad, al final, siempre sale a flote, y ellos quedan muy mal. (Que es lo que le va a pasar a esos calumniadores de hoy)

Actualmente se persigue con la espada de la palabra, o la computadora, que parece algo más anónimo o disimulado. Los que no tienen moral ni ética, manejan la difamación, la mentira, la calumnia, como si nada. La verdad que son sucios. Tan sucios que ellos mismos se desprestigian. ¿Quién les va creer?

No importa. Según la Biblia, pueden incluso ser instrumentos de Dios para purificación de los suyos. En realidad que no ha habido hombres o mujeres de Dios que no hayan tenido que pasar por esta prueba.

No me considero un “hombre de Dios” (¡Ojalá que lo fuera!). Pero cuando entré en esta pelea por la defensa de la democracia y de la dignidad de mis hermanos, sabía lo que me iba a suceder. Y no me asusté.

Hay gente que no puede tolerar la luz. Son como los topos. San Agustín decía que “para los ojos enfermos, es odiosa, (les molesta) la luz que a los otros, (los sanos), les resulta amable”.

Está claro que la verdad les molesta, y por esto se vuelven contra ella. Con todas las armas a su alcance: la mentira y la calumnia, como les decía. O, según nuestra expresión popular, “para embarrar la cancha”. Era de esperar.

Y yo dije que no me preocupaba demasiado, porque la verdad, por sí misma, se abre paso. Y porque Dios me dio, (y se lo agradezco), buenas espaldas. Y porque la gente ya sabe quién es quién; y a quién puede creerle y a quién no.

Lo cual no significa que no me moleste un poco, es parte de mi cruz, y la cruz siempre es pesada, o incómoda. Y me molesta, no tanto por mí, como ya les he dicho, sino porque quieren salpicar, herir a la que es mi Madre, la Iglesia, y a los miembros de ella, que son la mayoría de ustedes, mis hermanos. Me vinieron ganas de decirles a algunos lo que Jesús le dijo a los que iban a prenderle, en el huerto de los Olivos: “Si me buscan a mí, dejen a éstos que vayan en paz” (Jn. 18,8)

Me ha parecido conveniente decir todo esto ahora que estamos en medio de una campaña tan sucia, de parte de algunos. No les tengan miedo. Si nos persiguen, es una buena señal de que estamos con Jesús. Pero lo que sí siento es que le persigan y le traten mal a esta pobre gente, encima que ya ha sufrido tanto. Que les amenacen, les aprieten: Van a perder el puesto. El Plan Social. La casa que les íbamos a dar. El bolsín. Qué sé yo... ¡Qué lástima, como dije tantas veces, que nuestra gente viva (o malviva) dominada por el miedo!

Claro que conviene aclarar, y téngalo claro, que en el cuarto oscuro, no me ve nadie más que Dios. Y nadie puede comprar mi voto, que es mi conciencia. Aclárenselo bien a la gente.

Les bendice su Padre Obispo


Mons. Joaquín Piña Batllevell,
obispo emérito de Puerto Iguazú

Observación: Como dijo el Padre Alfonso, “emérito” no quiere decir “inútil”, tal vez sea todo lo contrario...